Viernes el 26 de noviembre, estuvimos invitadas a una fiesta de un amigo italiano. Miércoles cumplió 22 años. Pues, una razón para dar una fiesta. Su fiesta tenía lugar en su piso, cerca del mercado central. Su fiesta privada empezó a las diez y media. A las once y media llegamos a su piso con su regalo; dos botellas ricas. No queríamos ser las primeras y por eso hemos esperado un poco antes de llegar a su piso bonito. Sin embargo, estuvimos las primeras invitadas. Me parece que también los italianos empiezan sus fiestas muy tarde, algo que no ocurre en Bélgica. En principio la fiesta fue muy divertida. Hablamos en español con la gente italiana que era muy amable. También bailamos mucho. Había mucha bebida y muchas tapas. Creo que había demasiado bebida. Los italianos empezaron a beber demasiado. En aquel momento, la fiesta empezó a convertirse en una fiesta muy decadente. Empezaron a abrir todas las botellas, las sacudieron y por consiguiente todo el piso estaba muy sucio. Encima, comenzaron a tirar con huevos. Y como si no fuera suficiente, los fumadores comenzaron a verter la ceniza de los ceniceros sobre el suelo. Pues, para nosotras, la fiesta fue acabada. A nosotros todavía no nos gusta la fiesta. La nueva camiseta de mi amiga, Lisa, está llena de manchas de vino tinto. Algo muy pertinaz para lavar. Me pregunto si todas las fiestas italianas son así…
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